Si uno pudiese definir un blog por alguna de sus entradas, algo así como el último caballo de batalla para una blogalaxia en guerra, la referencia original, el caliz que brilla fatuo en el apilamiento de posts y posts, la imagen corporativa de vuestro Pariente Lejano en el mercado technocratico, ese texto primordial, ese fuego originario, sería la entrada que redacto ahora, mientras aún está fresca en mi memoria la visita al teatro de la católica, mientras aun no me acuesto frente a la tele, con una bebida en la mano y algún texto para la U. Antes de que los protones que hacen del choque imagen en la pantalla, destruyan lo que aun recuerdo de Sin Sangre.
La obra de Juan Carlos Sagal y Laura Pizarro, dos de los restos humeantes de esa maquinaria budista de hacer teatro que era La Troppa (Gemelos, Jesus Betz), es una compilación de todo lo quiere y añora inspirar este blog; el sentido de una multicultura que invade todos los rincones del arte, de la vida, incluso de las ciencias, la presencia de un movimiento que corre, o más bien explota, a paso de tortuga (el mundo sigue siendo muy grande), el telon de fondo ideal para que Sin Sangre y Pariente Lejano puedan existir, y en su existencia, nombrarse, y en sus nombres, combinarse.
Sin miedo a que esto parezca una declaración de principios por sobre una crítica de teatro, la misión de Pariente Lejano, si tiene una, es la de informar sobre las últimas novedades entorno a una tendencia que poco a poco es realidad. El cruce constante de las materias culturales de expresión, la proliferación, sin orden ni ética, de un arte que más que arte es como una fisión nuclear, que en vez de energía infinita y descontrolada genera pequeños huerfanos igualmente descontrolados. Sin Sangre es cualidad maciza, con voz y oidos, del nacimiento de un espacio moderno donde todos los modos de pensamiento se combinan, se vuelven útiles entre sí, y permiten que, por ejemplo, un blog arrinconado en la orilla del mundo como el mío esté hablando de una obra destelleante, cosmopolita, clasica y moderna a más no poder, que combina con precisión suiza las técnicas del teatro y del cine, y que al mismo tiempo, se convierta en la mejor adaptación para un libro famoso sobre una estantería. Si hay un hijo de esta era más deforme y precioso que la misma Sin Sangre, es este blog, hablando de una obra que nada tiene que ver con tecnologías de la información. Es la única manera que conozco para cerrar el círculo.
Pero volvamos a la obra. Empleando técnicas y tecnologías propias del cine, Sin Sangre (Teatro Cinema, 2007) se convierte es una de las adaptaciones más libres que pueden existir entre una novela y una obra de teatro. La pieza está basada en el libro homónimo de Alessandro Baricco, sin embargo, su versión a las tablas se expande mucho más allá de lo que pueda decir su ficha técnica. Es también un remake del propio concepto cinematográfico, y una crítica profunda a los límites que por años se puso el mundo del teatro a la invasión de otros formatos visuales.
Mediante el uso de una música en constante tensión, obra del mismo Sagal, y dialogos potentes que coaptan la mirada durante los noveta minutos de obra, Sin Sangre no es sólo una buena idea. Es una obra sólida, que mezcla un trabajo creativo de casi dos años, con una ejecución sobresaliente a nivel interpretativo, y eso es mucho decir en una pieza donde las precisiones humanas deben estar al servicio de la perfección tecnológica (me entenderán cuando vean la obra, si no la han visto).
En fin, que más se puede decir de Sin Sangre, si ya se me está olvidando. Me quedan puros residuos. El puro placer de no habermela perdido es uno de ellos. Y a mi que no me gusta el teatro.
No se las recomiendo, los conmino a verla.
Sin Sangre se monta en el Teatro de la Universidad Católica (Plaza Ñuñoa), hasta el 25 de noviembre, con horarios entre las 19:30 y las 20:30 hrs. dependiendo del día. Aquí, la página de Ticketmaster con las fechas.
Y ya hablaré del otro ex La Troppa, don Jaime Lorca, que por estos días presenta Gulliver (adaptación de la obra de Jonathan Swift) en el Centro Cultural Matucana 100. También un imperdible.